domingo, 23 de mayo de 2010

Lo que nos agita.


¿Qué cosa es capaz de estimular, en un instante, nuestra vida? ¿Qué nos distrae del sopor de la monotonía? ¿Qué nos excita, nos incita, nos agita, nos remueve, nos conmueve? ¿Qué nos impele a abandonar nuestro cómodo asiento, a pasear inquietos, con el pensamiento revuelto como si hubiera ingerido un alimento extraño que nos abre nuevas puertas a la experiencia? ¿Qué convierte a nuestras aletargadas neuronas en una orgía sináptica, en un cáos de corrientes eléctricas, en un mareante divagar de pensamientos que, alocados, pugnan por sobresalir? ¿Qué no acelera el corazón, nos eriza el vello, nos derrama una lágrima, nos cierra los ojos, nos anuda la garganta? ¿Qué maravilloso acontecimiento es capaz de convertir un cotidiano instante en el más estimulante de los segundos?

Una canción en la radio, una mirada mantenida, un fugaz rayo de sol, el comentario perfecto, una secuencia mágica, la frase de una novela, un poema joven, un artículo oportuno, un roce, un susurro, una brisa, una ola, un aroma, un recuerdo…


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