domingo, 23 de mayo de 2010

Espanto diario.

“El verdadero tema de la literatura es la vejez” (Fernando Vallejo).

Y puede que de la vida. Aún antes que la muerte está la vejez. La muerte no la sufrimos porque en ella no hay nada; no es una meta porque, como lugar, no existe; no es un destino porque alcanzarla significa llegar a ningún lado. Pero la vejez, esa sí que es parte de nosotros, vívida, sentida, sufrida, enfermiza, decadente. Pensamos que nuestro destino es la muerte, irremediable e irrenunciable, pero nuestra auténtica meta es el progresivo deterioro del cuerpo, de la percepción, del deseo, del sexo, de los sentidos, de la vida. He ahí nuestro auténtico final que comienza en nuestro primer aliento, en nuestro primer llanto, cuando la primera molécula de oxígeno empieza la descomposición de la materia. La muerte es la liberación de la decrepitud, de la decadencia, del anticipado inicio de la putrefacción de nuestro cuerpo. Huesos roídos, carnes caídas, órganos inflamados, ojos irritados, oídos apagados, estómagos ulcerados, penes fláccidos, cerebros sumidos en el olvido de uno mismo. Qué mejor tema para la literatura. Y para alimentar nuestro espanto diario.

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